La histórica Festa di San Martino se celebra el 11 de noviembre para conmemorar la vida de San Martín y la famosa leyenda ligada a su nombre. Es una fiesta muy sentida por los venecianos también por la presencia de la tibia del Santo en la iglesia de San Martino en el barrio de Castello.
Los jóvenes venecianos adoran esta fiesta. Los niños van de un lado a otro con coronas de papel, armando jaleo con cacerolas y pidiendo dulces o algunos euros a los comerciantes como regalo. En muchas pastelerías también se vende una tarta de galletas con glaseado, adornada con frutas confitadas y que representa al Santo a caballo con su manto.
Le recomendamos que se deje llevar por el aire infantil que se respira en las calles el 11 de noviembre.
Vida de San Martín
Martín nació en Panonia, parte de la actual Hungría, en el año 316. Hijo de un oficial romano, fue miembro de la guardia romana hasta que cumplió quince años. Martín conoció el cristianismo asistiendo en secreto a una asamblea cristiana. Se le recuerda como un hombre extraordinariamente humilde y bondadoso por sus actos de caridad y su visión igualitaria de todo lo humano. Se dice, por ejemplo, que Martín se comportaba de la misma manera con su ayudante militar y su hermano, limpiando a menudo sus zapatos.
Tras ser relevado de sus obligaciones militares, Martín se dirigió a Poitiers, donde fue bautizado y recibió los sacramentos de manos del obispo San Hilario. Entre los numerosos acontecimientos memorables de su vida, cabe destacar la construcción de los monasterios de Ligugè y Mamontier, así como su etapa como obispo de Tours. Murió el 11 de noviembre de 397 en Candes y está enterrado en la catedral de Tours. San Martín es el patrón de Francia, y tradicionalmente se le representa a caballo haciendo el gesto de cortar su capa.
De hecho, San Martín es más conocido por la historia de su capa. En un frío y lluvioso 11 de noviembre, Martín estaba montando a caballo cuando se encontró con un anciano en el camino. El anciano se estaba muriendo de frío. Martín quiso ayudar al hombre, pero no tenía ni dinero ni una manta que darle. Así que sacó su espada, cortó su capa por la mitad y le ofreció la mitad al hombre. Martín siguió su camino con el corazón lleno de alegría. El tiempo mejoró de repente y el sol se abrió paso entre las nubes.
Aquella noche Martín soñó que Jesús, con su capa en la mano, le agradecía su gesto compasivo. Aún hoy, los días calurosos de noviembre se llaman "el verano de San Martín"